Golfizta

share

Cuando el paraíso tropical se convierte en un Narco-Infierno

Chiapas, un estado conocido por sus paisajes impresionantes y su riqueza cultural, vuelve a ser escenario de una tragedia que refleja las profundas heridas de la violencia en México. Recientemente, las autoridades encontraron 15 cuerpos en fosas clandestinas en la región de Frailesca, un lugar que, pese a su riqueza agrícola y cercanía con Guatemala, ha sido devastado por los enfrentamientos entre carteles.

Una batalla que no discrimina

Los carteles de Sinaloa y Jalisco Nueva Generación han convertido este estado en un campo de batalla donde las víctimas no son solo los involucrados en el crimen organizado, sino comunidades enteras. Familias asesinadas, pueblos desplazados y una creciente inseguridad forman parte de un patrón que se ha repetido durante años. Más de 450,000 asesinatos desde 2006, además de miles de desaparecidos, hablan de un conflicto que ha afectado a todo el país.

Frailesca no es un caso aislado. Como lo señala InSight Crime, Chiapas es un punto clave para el tráfico de drogas y migrantes, lo que lo convierte en un objetivo para grupos criminales. Sin embargo, detrás de las estadísticas y los titulares, hay personas reales: agricultores, familias, niños y líderes comunitarios que solo buscan vivir en paz.

Las consecuencias humanas

El asesinato del sacerdote Marcelo Pérez en octubre es un recordatorio doloroso de las consecuencias de esta violencia. Marcelo, un activista comprometido con los derechos de las comunidades indígenas, perdió la vida pese a las amenazas y a los llamados de atención sobre su situación. Su muerte subraya la urgencia de proteger a quienes buscan construir paz en medio del caos.

Por otro lado, cientos de chiapanecos han huido a Guatemala para protegerse de la violencia, dejando atrás su hogar, sus raíces y su historia. Estas migraciones forzadas no solo afectan a quienes se van, sino a las comunidades que quedan vacías, desprovistas de vida y esperanza.

El llamado a la reflexión

Es fácil leer noticias como esta y sentirnos abrumados o distantes, pero detrás de cada cifra hay historias, familias y comunidades que sufren. Este problema no es exclusivo de Chiapas; es un reflejo de una crisis nacional que requiere atención urgente. Necesitamos reconocer que la violencia no se resuelve solo con operativos o detenciones temporales, sino atendiendo las causas profundas: la desigualdad, la falta de oportunidades y el abandono de las regiones más vulnerables.

Chiapas sigue siendo un lugar de belleza y cultura, pero también necesita ser un lugar donde sus habitantes puedan vivir sin miedo. Es hora de exigir soluciones integrales y apoyar a quienes trabajan para reconstruir la paz. Porque detrás de cada tragedia hay una oportunidad de cambio, y no podemos permitirnos seguir ignorándola.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *